agosto 25, 2011

El noviciado del primer año

Por Arizvé Rojas Navarro, Coordinadora Técnica de la Incubadora de Empresas del Campus Atizapán de la UNITEC

Cuando estaba en la universidad, estudiando la carrera de Administración de Empresas, todo era muy sencillo. Asistía a clases, ponía atención, preparaba mis trabajos o exposiciones y estudiaba para mis exámenes.

Sin embargo, nadie me enseñó a ser empresaria y tampoco me explicaron lo que tenía qué hacer para crear una empresa. La única pista que sobre este tema me dieron fue cómo desarrollar un plan de negocio, el cual, me dijeron, servía para facilitar la estructura teórica de la empresa.

Con esas escasas bases, y para evitar menos tropiezos, desarrollé un plan de negocio. Pero nunca tuve un asesor ni alguien que me indicara si mi plan estaba bien. Realmente, lo que hice fue como “de chocolate”.

Por otra parte, durante la carrera generé experiencia trabajando en eventos sociales como animadora, por lo que creí que sería una buena opción hacer de esa actividad mi negocio. Estaba decidida a ser empresaria, pero también debía buscar un socio, alguien que quisiera trabajar a la par que yo y que compartiera conmigo mis objetivos.

Lo encontré, pero la verdad es que mi socio y yo no estábamos preparados para la realidad a la que nos enfrentaríamos en el primer año de operación del negocio. Ya sabes, esos primeros meses en que eres el “todólogo” de la empresa porque no tienes para pagarle a nadie. Así nos convertimos en vendedores, cobradores, promotores, mercadólogos, diseñadores, abogados, tesoreros, reclutadores, y hasta en el departamento de quejas, de control de calidad, de seguimiento y, algunas veces, en el de relaciones públicas.

Hoy, después de un año de arrancar la empresa, nos damos cuenta que aún tenemos deficiencias y que podemos ser mejores. Por eso que nos inscribimos en una incubadora, porque creemos que estamos a tiempo de que un experto nos ayude a corregir nuestros errores para, luego, crecer a pasos agigantados.

En la incubadora de empresas nos dijeron que teníamos que registrar nuestra marca, que debíamos constituirnos y darnos de alta como empresa bajo un régimen fiscal que nos permitiera crecer, y un sin fin de cosas que nunca contemplamos.

Ahora comprendo que, si nos hubiéramos acercado a la incubadora cuando apenas iniciábamos el negocio, todo hubiera sido más fácil. Pero en fin… nunca es tarde.

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